El rapto de la verdad
Los grafitis son una muestra de la libertad de expresión Crédito: personales.ciudad.com.ar

El rapto de la verdad

Pistola en mano, el comisario Alfredo Fanchiotti se acerca a Darío Santillán, que pese a su herida intenta incorporarse. El policía, calcula los pocos metros desde donde enfila su itaka y la descarga en la espalda del manifestante, se hinca y finalmente sonríe, confía en que nuevamente los reporteros y las cámaras mantendrán el secreto de su homicidio.

Y así fue durante dos días. A lo largo de cuarenta y ocho horas los medios de comunicación argentinos, principalmente los televisivos, ocultaron la evidencia y adjudicaron las dos muertes, el saldo de la protesta del pasado 26 de junio, a los propios manifestantes.

Lances como estos no sólo ilustran sino que definen la situación actual de los medios en América Latina, determinada principalmente por sus lazos políticos y económicos. Lo más claro es que ahí donde el periodista queda cercado, la verdad, su instrumento de trabajo, también.

Así lo explica Luis Suárez, presidente de la FELAP (Federación Latinoamericana de Periodistas) que afilia a más de 80 mil profesionistas de esta área: “La situación del periodismo y de los periodistas en Latinoamérica se ha agravado. Esto se manifiesta de manera diferente en cada país, aunque siempre con algunas coincidencias que dependen de la capacidad de organización de los periodistas, así como de las orientaciones o de la fuerza económica y política de los medios”.

El silencio

La versión oficial de lo que se llamó en Argentina “La masacre del puente Pueyrredón”, estuvo a punto de ser la única, hasta que Sergio Kowalewski, un reportero gráfico independiente, descubrió otra en su película fotográfica revelada: seis tomas que contenían la verdad, hasta ese momento secuestrada por los medios.

“A la policía le habían dado una orden y actuó de esa manera sabiendo que era impune. Se sentía impune y no le importó que hubiera medios y que se hubieran registrado las imágenes, eso es parte de un proceso que venimos viviendo y que no se ha resuelto.

“Hubo impunidad porque había órdenes. Muchas veces nos separan (a los periodistas), nos apartan de lo que está pasando, pero ese día no se preocuparon, se sentían impunes”, explica Kowalewski, quien al darse cuenta de que los fotógrafos de los medios con quienes estuvo en la escena, no publicaron nada, entregó sus fotografías a la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional”.

Por la mañana del día de la manifestación, la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, con “piqueteros” y desocupados cortó el tránsito de Puente Pueyrredón de Avellaneda en demanda de trabajo y políticas sociales; la violencia se desató y culminó con los asesinatos de dos jóvenes: Santillán y Maximiliano Kosteki.

Hoy el comisario Fanchiotti y su chofer enfrentan un proceso penal. No obstante, la credibilidad está profundamente lacerada. Más aún, porque “en medio de la crisis económica no hicieron su trabajo de investigar e informar, fueron cómplices de un modelo que sostuvieron en sus espacios sin cuestionar y que llevó a toda la Argentina a la catástrofe”, señala Lidia Fagale. Secretaria de Asuntos Profesionales de la Unión de Trabajadores de la Prensa de Buenos Aires (UTPBA).

Para la presidencia de la FELAP es claro que los factores económicos de la sociedad y que hacen de la información un producto, son los que han ido determinando el rumbo del periodismo, generando otros problemas relacionados con la ética profesional.

Por un lado, se encuentra un proceso de megafusiones de los medios, ya sea con empresas nacionales o trasnacionales, lo que ha convertido sus intereses editoriales en financieros.

“El caso de Venezuela es muy interesante -señala Suárez–, a partir del hecho de que los medios no sólo son un negocio, sino que están asociados a otros, desde luego a las telefónicas y el acceso a la comunicación satelital. Es lógico que en esa información afloren los intereses de las otras empresas y se manifiesta en que se quiera aceptar o no un sistema político determinado. Quieren otra conducción de la política”.

Esto es lo que Roberto Hernández Montoya clasifica como La Inquisición Mediática, en un texto publicado en Venezuela Analítica:

“Los medios de comunicación modernos se han convertido, en todas partes del mundo, en una nueva Inquisición. Tal vez peor. Los medios acusaron y sentenciaron a Chávez de los asesinatos del 11 de abril de 2002, sin promover pruebas, sin derecho a la defensa, sin apelación. Simplemente dijeron “fue Chávez” y punto. No se discute. El que ose discutirles es acusado de atentar contra la libertad de expresión”.

El día del supuesto golpe de Estado en Venezuela, “se pudo apreciar a través de Telecinco (canal español), cuando se anunció la caída de Chávez, una entrevista con Federico Ravell (presidente de Globovisión) quien dijo que estaban brindando con Champaña. En ese mismo canal se leyó una supuesta carta de renuncia del presidente Chávez, y hasta se mofaron los moderadores del programa de la redacción de la misma. Nos preguntamos, quién redactó y envió esa carta”.

El escándalo

El exceso venezonalo tuvo lugar en las páginas de El Nacional, dirigido por Miguel Henrique Otero. El diario de mayor circulación y uno de los más influyentes en el país se llevó un chasco y por partida doble. Inmerso en el enfrentamiento que el periódico sostiene con el presidente Hugo Chávez Frías, publicó con gran despliegue una entrevista imaginaria con el intelectual francés Ignacio Ramonet, director del periódico Le Monde Diplomatique.

La entrevista, supuestamente hecha por un periodista mexicano llamado Emiliano Payares Guzmán, no habría pasado de ser un ataque más a la figura del presidente venezolano, si no fuera porque Ramonet denunció la mentira. Pero más sorprendente resultó la carta que el mismo día hizo llegar a la redacción del diario el autor de la falsa entrevista, quien dijo ser, además, estudiante de postgrado de la Universidad de Princeton (Estados Unidos), y que realiza un estudio sobre la falta de rigor en la prensa del Caribe.

Como refiere Luis Suárez, en el conflicto venezolano se manifiestan intereses de clase, y en los medios de comunicación perviven los intereses de la clase empresarial, lo cierto es que independientemente del bando, conocer la verdad es muy difícil para un venezolano en estos momentos. Una empresa consultora citada por el periodista Eleazar Díaz Rangel, director del diario Última Hora de Venezuela explica que el 51% de sus conciudadanos no confía en la prensa.

Males mayores

La competencia entre los medios, así como el mal uso de la tecnología genera conflictos peligrosos al interior de las redacciones. Así lo señala la periodista Rafaela Cusati, Coordinadora General del Observatorio Global de los Medios, capitulo Venezuela:

“En las mediciones y análisis realizados hasta ahora aparecen las siguientes constantes: la tergiversación de los hechos, ocultamiento de datos y referencias, manipulación de las declaraciones y desbalance en la elección de las fuentes.

“Muchos periodistas han planteado ante el Observatorio su preocupación por las condiciones de trabajo imperantes en los medios. Consideran que en ocasiones, se ven enfrentados al dilema de conservar su fuente de trabajo a expensas de la ética profesional”.

Pero esto también sucede en Paraguay, donde el Sindicato de Periodistas (SPP) denuncia lo que llaman “Prácticas esclavistas en las empresas de comunicación. Hacia una profesión sin nombre”.

En dicho estudio también se señala que la práctica de desregulación neoliberal es la causa de los males. “Con la precariedad laboral que está llevando a la desaparición del periodismo como profesión convirtiéndonos meramente en proveedores de contenidos a la opinión pública.

“Aprovechando los recursos de las nuevas tecnologías -continúa–, compañeras y compañeros soportan recargos de trabajo, ya que una sola persona, escribe, edita, pone sonido e imagen, transmiten por cualquier soporte el mensaje y a la vez hacen de choferes, por citar algunas tareas”.

“Esta agudización de la precariedad laboral nos preocupa, porque a la larga puede llevar a los trabajadores de prensa a escribir sólo lo dictado, bajo presiones políticas y económicas. El periodista termina por convertirse en un periférico más de la computadora con la que trabaja”, explica.

Otros padecimientos de los periodistas, anotados por Luis Suárez son la, censura, la intimidación y agresión a periodistas; el cierre de plazas, la competencia con estudiantes de periodismo que son ocupados –que no contratados–, así como la desaparición de medios. México es ejemplo de esto último con los cierres de Unomásuno, Novedades y México Hoy.

Y el cerco a los periodistas ha tomado otros rumbos. Las autoridades judiciales de países como México y Costa Rica han dado en citar a reporteros como testigos en un proceso en el que no están directamente involucrados, vulnerando el derecho a guardar en secreto sus fuentes.

Así las cosas, resulta que el periodismo es un reflejo de lo que sucede en la sociedad, y en la medida que éstas no resuelvan sus conflictos el periodismo, los periodistas y la verdad, continuarán siendo sus víctimas potenciales.

No obstante es importante la organización gremial de los periodistas para abatir sus problemas. Es el caso de Argentina que ante el silencio de los medios de comunicación respecto a las muertes de Santillán y Kosteki diferentes organizaciones de periodistas han intensificado su trabajo, con el objeto de que la libertad de prensa sea un derecho garantizado.

Por Verónica Díaz Rodríguez, especial para el Observatorio-UTPBA.

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