El alcohol y sus consecuencias
El alcohol y sus consecuencias
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21 de enero de 2004
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El alcohol y sus consecuencias

Los jóvenes como los adultos, recurren generalmente al alcohol para contrarrestar la tensión nerviosa. Cierto médico expresó que “Si el alcohol fuera un descubrimiento moderno, lo hubieran declarado el más nuevo y eficaz de los tranquilizantes, hasta que se estudiaran sus efectos secundarios”. El alcohol puede producir problemas desastrosos en las personas que no tienen sosiego, conturbadas por sentimientos hacia ellas mismas, difíciles de explicar o dominar. El alcohol suprime las inhibiciones, anula las normas que nos sirven de freno, incita al individuo a obrar libremente según sus instintos, sin mirar las consecuencias que ello implique para si o los demás.

Allí reside la médula del problema de la bebida entre los menores de edad. En general, la adolescencia es un período crítico, no sólo hay que contar con las mudanzas glandulares y otros importantes fenómenos orgánicos, sino también con la tensión emocional inherente a la necesidad de adoptar un código particular de ética sexual, en esta época en que son pocos los códigos tradicionales que se transmiten intactos de una generación a otra.

Por si esto fuera poco, muchos jóvenes se hallan hoy sujetos a graves responsabilidades escolares. La competencia para obtener buenas notas y conseguir el ingreso a buenos colegios nunca fue tan dura. Es en la adolescencia cuando hay que tomar decisiones que influirán en todo el curso de la vida. Es también el momento en que los hijos empiezan a observar más claramente a sus padres, cuando se desvanece el concepto ideal que se tiene del padre y la madre, para suplirlo por la conciencia de su calidad de seres falibles por humanos. No es de extrañar que gran número de jóvenes muestren síntomas de tensión emocional, ni que muchos de ellos propendan a la rebeldía en cuanto se embriagan. Es por eso que si los jóvenes esperan a ser mayores para probar el alcohol, tendrán muchas más probabilidades de evitar los consiguientes peligros y así estarán después en mejores condiciones para disfrutar los deleites del beber con moderación, de un descanso espiritual y el trato social sin excesos destructivos.

Incumbe a los padres la ardua tarea de demostrar que están siempre del lado de sus hijos en la batalla que estos sostienen por alcanzar la felicidad, como así también de comportarse correctamente.

Si las relaciones entre padres e hijos transcurren por causes normales de cordialidad y comprensión, el problema de las fiestas juveniles sin bebidas alcohólicas se resolverá, seguramente, con inesperada facilidad. Uno de los rasgos encantadores de la adolescencia es su anhelo de sinceridad y su desprecio hacia la hipocresía de cualquier género, por lo que es muy importante hacerles ver los riesgos que tienen para la juventud las bebidas alcohólicas y que llanamente se nieguen a proporcionarles en la casa, además de evitar por todos los medios que lo hagan fuera de ella.

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