
Industria nacional: el boomerang de la sustitución de importaciones inversa
Durante los últimos 12 años, la industria argentina creció pero no se desarrolló. La sentencia explica que esta etapa no sólo ha sido completamente favorable desde el punto de vista cuantitativo para el sector, es decir, hubo sectores que crecieron más que la industria, sino que además desde el punto de vista cualitativo, no ha tenido un desarrollo porque no hubo un cambio estructural en el ordenamiento de la industria nacional y se inserta en los mercados mundiales. Al mismo tiempo el discurso de la reindustrialización postula que esta se visualiza en un nuevo perfil exportador y en un nuevo proceso de sustitución de importaciones.
El investigador en economía, Martín Schorr rebate con sólidos argumentos estas posiciones. “De ser así, la industria hubiese tenido déficit de comercio exterior –exportaciones menos importaciones- cada vez menores o –en la situación ideal- haber tenido un superávit comercial importante. Los primeros años de esta etapa, 2002-2003, la industria tiene saldos comerciales muy positivos, explicado por la crisis se importó muy poco, pero cuando se normaliza y crece fuertemente, cada vez tenemos menos superávit comercial, pero a partir de 2007, tenemos déficit comercial. En 2014 –un año de estancamiento industrial, tenemos un déficit de 5.100 millones de dólares”.
En ese déficit está la debilidad del plateo sustitutivo. “Esto se refleja tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo, porque el volumen de exportaciones de las principales cinco ramas de la industria, explicaban en el 2001 un 79 por ciento de todo lo exportado, hoy esas mismas cinco industrias explican el 90 por ciento de las exportaciones. Los datos muestran que tampoco hubo un cambio estructural en cómo la industria se inserta en los mercados internacionales. No se observa un cambio en el perfil de especialización industrial”.
Qué rasgos centrales caracterizan al perfil importador: China en 2002 representaba el 4 por ciento de todo lo que importa Argentina, hoy es el segundo país con casi un 20 por ciento de todas nuestras importaciones. El otro elemento, es la Brasil-dependencia. Hoy un 40 por ciento de lo que importa Argentina viene de dos países que están en una etapa de desaceleración fuerte como es el caso de China, o una etapa de caída de la actividad como es Brasil. Y hay una cuestión importante: en estas importaciones, no son productos que la Argentina no produce, muchas son productos que no sólo producimos sino que además exporta. En la última década tuvimos una sustitución de importaciones inversa. No es que la producción nacional desplazó a la producción importada, sino al revés. Muchos de los productos que llegaron desde China o Brasil son productos que desplazan masa crítica nacional.
Respecto del fomento industrial, justamente en el contexto del análisis que realiza, observa que en el caso de Tierra del Fuego, funciona a base de la protección del mercado interno a los productos electrónicos y conlleva dos sacrificios fiscales: el Estado no recauda ni impuesto al valor agregado ni impuesto a las ganancias como un estímulo para el armado de productos electrónicos. En 2013, ese sacrificio fiscal que favorece a un puñado de grandes empresas extranjeras y alguna nacional aliada a capitales extranjeros, representó el 1 por ciento del PBI casi 15.000 millones de pesos.
Y en este punto Schorr muestra un ejemplo paradigmático: la tasa de rentabilidad de una empresa fueguina comparada con otra cualquiera. En 2012 tuvo una tasa de ganancia del 62 por ciento, contra un 20 por ciento de ganancia del promedio industrial. Pero si a esa empresa le hiciera pagar el impuesto a las ganancias que hoy no paga, la tasa de ganancia sería del 40 por ciento. El doble del promedio industrial. Conclusión: entre un 15 y 20 por ciento de las partes que se importaron para armar productos en Tierra del Fuego podrían haberse nutrido con producción nacional, que nos hubiesen evitado 10 mil millones de dólares de déficit comercial, en una economía con problemas restricción externa.
En palabras más concretas: esas empresas podrían haber ganado mucho dinero igual (el doble que las industrias en el país), reducido el déficit que supone las exenciones que le garantiza el gobierno y como si fuera poco, traccionar la industria nacional a partir de encadenamientos productivos con empresas nacionales que podrían haberle provisto esos componentes que traen fundamentalmente de China. La sustitución inversa es el desplazamiento de la producción nacional por importaciones.
Concentración industrial: las 100 empresas más grandes explican el 45 por ciento de toda la producción industrial (y el 72 por ciento de las exportaciones). A mediados de los 90 ese porcentaje alcanzaba el 30 por ciento. Schorr insiste: de las 100 empresas más grandes, 61 son de capital extranjero y estas explican el 60 por ciento de todo lo que factura la elite empresaria industrial de Argentina. Entonces, cuando hay concentración y extranjerización, en un país periférico como el nuestro, hay presiones para que el capital extranjero remita utilidades al exterior. Otro componente que desacredita la reindustrialización con una supuesta recuperación de la industria nacional.