
Industria nacional: una década de crecimiento sin política industrial
Doctor en Ciencias Sociales, Magister en Sociología Económica, docente en la Universidad Nacional de Buenos Aires e investigador del CONICET, Martín Schorr estuvo en Santa Fe para brindar una conferencia titulada “El sector industrial desde la post-convertibilidad y los nuevos desafíos”. La actividad ha sido organizada por la Universidad Nacional del Litoral, la Unión Industrial de Santa Fe y Municipalidad de la Ciudad de Santa Fe, con el auspicio del periódico El Santafesino en conmemoración de su 10º Aniversario.
El destacado investigador presentó los resultados de un trabajo vinculado a la evolución de la industria nacional en la última década, en la cual según la tesis predominante, Argentina habría atravesado una etapa de reindustrialización. Luego de la etapa neoliberal de estos últimos 25 años, entre 1976 y 2001, se postula que no sólo hubo un crecimiento sino también una etapa de desarrollo industrial.
Schorr rebatió esta tesis con una precisa descripción de las tres etapas bien distintas en términos del crecimiento que observó la industria argentina, pero también diferentes desde el punto de vista cualitativo. La primera etapa es entre 2002 y 2007 donde la industria creció un 11 por ciento anual. La segunda es a partir de 2008 donde la industria sigue creciendo pero crece menos (8,5 por ciento anual), pero cualitativamente ya no crece la totalidad del tejido industrial a partir de la creciente inflación y con un deterioro del tipo de cambio. La tercera etapa es la que se abre a partir de 2011 donde el nivel industrial está estancado con un crecimiento inferior al 2 por ciento anual, con un año recesivo fuerte que es 2014.
“Las dos etapas más importantes reconocen un denominador común que es la falta de una política industrial. La primera etapa el núcleo de la política de fomento industrial pasó por el tipo de cambio alto y todos los demás instrumentos quedaron subordinados a esta variable macroeconómica. A partir de 2008 se empiezan a aplicar otros instrumentos –cupos de importación, aumento de aranceles, negociaciones con grandes empresas- pero prima la idea de que no explote la restricción externa como problema crítico. En esta década de reindustrialización no hubo política industrial y buena parte del fomento productivo quedó determinado de ciertos equilibrios macroeconómicos básicos que nos permitirá explicar porqué la industria creció pero no se desarrolló. La última etapa, se caracterizó por la apuesta por la distribución del ingreso que apuntale el nivel de demanda interna y por esa vía genere un proceso de crecimiento industrial” explicó.
Al mostrar un cuadro sobre la tasa media anual de crecimiento del PBI total, del industrial, de los productores de bienes y de los prestadores de servicios, entre 1993 y 2013, Schorr aseveró que la industria “fue la locomotora del crecimiento” en los primeros años de la posconvertibilidad (la industria crece más que el PBI total, 9,3 a 8,5 por ciento) pero sin embargo desde 2008 cuando se agota el estímulo a la actividad productiva –el tipo de cambio alto sin políticas industriales- la industria crece menos (4,2 por ciento) y deja de ser el sector que tracciona el proceso de crecimiento.
“El nudo de la cuestión pasa por saber si aquella recuperación y crecimiento de la industria permitieron una diversificación del tejido productivo” planteó. Con datos contundentes, el investigador mostró que en 2001 las 5 principales ramas de la economía (alimentos, química, refinación de petróleo, metales y vehículos) representaba en conjunto un 66 por ciento. En 2014, esos mismos 5 sectores comprenden un 70 por ciento. “En estos años no hubo un cambio en el perfil de especialización productiva y de inserción de la Argentina a través de los mercados mundiales. Tenemos la misma foto que nos dejaron los años de neoliberalismo”. Este es un elemento central en la discusión, junto a la variación de la capacidad de generación de empleo en la industria, entre 2003 con tasas de entre el 5 y el 10 por ciento, y 2009, cuando se registra una caída del 3,5 por ciento.
¿Nuevo perfil?
El discurso de la reindustrialización postula un nuevo perfil de la exportación y un proceso de sustitución de importaciones. Si esto hubiese sido así, la industria hubiese tenido cada vez menos déficit de comercio exterior o en el caso ideal haber tenido un superávit comercial. Desde 2002 a 2007 hubo un superávit, pero luego siempre predominó el déficit comercial, hasta 2014 con un déficit de 5.100 millones de dólares. En 2001 las importaciones industriales representaban un 16 por ciento y hoy representan casi el doble: 27,9. “En ese déficit comercial está la evidencia de la debilidad del planteo sustitutivo. Esto se refleja tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo, porque el volumen de exportaciones de las principales cinco ramas de la industria, explicaban en el 2001 un 79 por ciento de todo lo exportado, hoy esas mismas cinco industrias explican el 90 por ciento de las exportaciones” precisó el investigador.
“Cuando explota la restricción externa como problema, en 2014 hay una reorientación importante de la política económica: una devaluación muy fuerte acompañada por una cierta redefinición del gasto público; control de importaciones; concesiones al capital internacional para recuperar el mercado de crédito (política neutralizada por el fallo del juez Griesa luego de acuerdos con el Ciadi, Club de París y caso Repsol). A su vez se emitió nueva deuda, ahora bajo jurisdicción nacional, un elemento que merece ser destacado y otro elemento importante los acuerdos comerciales y financieros con China y Rusia” repasó.
Finalmente, puso acento en aquello que parece la receta mágica: la devaluación. “En el balance, 2014 es un año de estancamiento, con menos importaciones y caída del déficit comercial, momento en el cual, los sectores económicos más fuertes empiezan a plantear que la única manera de resolver la restricción externa es una devaluación. Considero que esa no es la solución. Además que están cada vez más deteriorados nuestros términos de intercambio, nuestros principales socios, Brasil y China, padecen devaluaciones y desaceleración de su actividad. Difícilmente una devaluación nos permita exportar más. Y provocará una caída del salario real, con lo cual disminuirá la demanda interna y por ende no será tan proclive la sustitución de importaciones. Hay una limitación objetiva a la capacidad de producir de la pequeña y mediana empresa” concluyó.
La necesidad de un cambio conceptual
A modo de conclusión, Schorr sostuvo que es indudable que el sector industrial creció, en particular en los primeros años post-convertibilidad, con etapas distintas posteriormente con generación de empleo alto hasta 2008, luego cesa su crecimiento y ya no genera trabajo, no hubo cambios estructurales ni cambios en el perfil de especialización. “La industria argentina de hoy es la foto de los 90 consolidada en términos de la estructura de producción, no en términos de dinámica” aclaró. “Hay una profundización de la estructura exportadora y la debilidad de la sustitución de importaciones como un elemento característico. La Argentina tiene una masa crítica desde el punto de vista del potencial industrial fenomenal. Que no se esté aprovechando es otra discusión. Hay donde pararse para una futura reindustrialización”. Pero uno de los factores que hay que revertir según el investigador, es conceptual. Desde los estamentos de Economía o de Planificación Federal se plantea que sólo amerita ser sujeto de una política industrial, aquella industria que es competitiva. ¿Y cómo se juzga la competitividad?: por el costo de producción. Entonces, si el costo de producción es más alto que importar ese producto, no es competitiva. Este es un principio de eficiencia muy acotado” advirtió.