
Visita al país que no miramos con la misión de la esperanza
El pasado mes de enero se concretó el cuarto viaje del Grupo de Jóvenes Misioneros de la Parroquia Inmaculada Concepción de esta localidad a la provincia de Chaco. Conducidos por el padre Antonio Ferigutti, el grupo revivió una experiencia de diez días junto a familias de comunidades pobres de la localidad chaqueña de Presidencia de la Plaza.
En diálogo con El Cronista Regional, el párroco recordó que se comenzó hace cuatro años con un incipiente grupo juvenil de chicos y chicas mayores de 18 años y un grupo escolar que “tuvieron la inquietud de hacer algo fuera de la parroquia”.
Gracias a un contacto con un sacerdote vinculado al padre en un trabajo que realiza con Infancia Misionera a nivel nacional, surgió la posibilidad de misionar en el pueblo de Presidencia de la Plaza que tiene alrededor de 15 colonias que “se atienen periódicamente con algún ministro o con alguna misa pero con poca atención espiritual permanente”.
“Comenzamos hace 4 años en enero de 1999 -relató el padre Antonio- con una misión a una colonia llamada El Palmar con un grupo de 25 jóvenes. Después pudimos volver: decidimos como grupo no ir todos los años a lugares distintos que es el riesgo de los grupos misioneros. Nos planteamos perseverar en el lugar. En 2000 fuimos en agosto para la Fiesta Patronal de San Cayetano, en enero de 2001 y ahora nuevamente. El año pasado también estuvimos en una colonia vecina llamada Brandsen y dividimos el grupo”.
En esta oportunidad se sumaron al grupo una joven de Humboldt y su novio de Esperanza, además de un sacerdote más, que como el año pasado, los acompañó. El esquema de la misión consiste en visitas domiciliarias “prácticamente realizadas con caminatas porque las viviendas están muy separadas unas de otras”. De acuerdo a la descripción del sacerdote, “son casas donde tienen su propio campo con sus sembrados, animales, aves de corral, etc. El nivel social es pobre. No hay miseria. El trueque es moneda corriente y dependen de la cosecha de algodón en muchos casos. En Brandsen predomina el tabaco que se vende en Goya, Corrientes”.
Argentina, otro país
La realidad de las colonias chaqueñas visitadas por este grupo juvenil es desconocida pero previsible y similar a cualquier región del país con problemas económicos estructurales. Y sobre todo, crucificadas por la indiferencia de muchos y la carencia de contención. Es en esas vetas donde la vocación misionera explora los sentidos humanos.
“La gente es muy simple -cuenta el Padre Antonio-, un tanto conformista con sentido negativo y positivo: primero porque no les permite crecer, pero a la vez les da un gran poder de aceptación. Una chica en 1999 dijo que ‘nunca en mi vida escuché a alguien decir soy feliz con la convicción que lo dijo’ una persona del lugar. Tienen una aceptación de la realidad que más de uno de nosotros debería aprender”.
La labor misionera se completa con el trabajo con los niños y los jóvenes. “Tuvimos la suerte que en El Palmar hace un año que todas las semanas se reúne el grupo juvenil y nos enteramos que también se reúne desde hace unas semanas el grupo juvenil de Brandsen. Es el primer fruto de la perseverancia que tuvimos” expresa con satisfacción el párroco.
A su vez se realizan las celebraciones, trabajos con adultos y también algún tipo de trabajo asistencial fundamentalmente en aquellas casas donde observan precariedad y necesidad de ayuda material. “Desde Progreso hacemos una colecta con alimentos para llevarlos a esas familias. El resto se entrega a los encargados de comunidad, que generalmente son el ministro o el enfermero, las personas de mayor referencia social que tienen ellos”.
El día sábado se hace un fogón familiar con actuaciones que preparan los lugareños. El Padre aclara que se trata de evitar el aspecto sacramental que es remitido a la parroquia del lugar. “Es decir -explica- me refiero a bautismos, casamientos, ayudamos a iluminar la necesidad de los sacramentos pero no vamos a darlos”.
Todos los años se propone un tema: este año fue Jesús y la Esperanza, “por un lado para centrar el mensaje en Cristo y por otro por la situación que atravesamos para llevar un poco de esperanza. La visita termina siendo muy humana” resalta con entusiasmo.
Compartir la vida
Ferigutti destaca cuál es el sentido para el grupo: “Personalmente le insisto a los jóvenes el hecho de compartir la vida. Ellos tienen que ir a estar con la gente, que la gente les cuente sus alegrías y tristezas, sus sufrimientos, sus gozos, y a partir de eso acceder a un mensaje que no es prefabricado sino a partir de la realidad de la familia”.
Finalmente, precisa que la misión tiene objetivos claros que se evalúan al final de la experiencia. “Tenemos dos objetivos muy claros: el principal es la evangelización. En ese sentido, notamos el fruto de la perseverancia. La gente respondió con mucha más confianza, con una apertura más grande a lo religioso porque nos están viendo como evangelizadores no como asistentes sociales ni como amigos. Tuvimos una gran apertura de las familias no sólo esperándonos sino abriéndose ellos. El segundo objetivo está relacionado con esta idea: siempre decimos que más allá de lo que hacemos por ellos, cuánto nos enriquecemos nosotros. Entonces los chicos se encuentran con una experiencia fronteriza con gente de una cultura muy simple, muy sencilla, y por ello muy chocante porque se encuentran con una realidad que los golpea y los ayuda mucho en su vida religiosa y su vida en nuestro pueblo. Tercero: para nosotros también es muy importante convivir como grupo. Tenemos nuestros momentos de oración, de compartir, nuestros servicios internos dentro de la misión como limpiar, hacer de comer, etc.”.
El amor por los demás no encuentra fronteras cuando la misión evangelizadora está impregnada de un fuerte componente humano y compromiso por la realidad de aquellos que viven en silencio otra cultura puertas adentro de nuestra tierra.