Comportamientos mediáticos durante la inundación
La municipalidad de Esperanza, Santa Fe Crédito: Archivo El Cronista Regional

Comportamientos mediáticos durante la inundación

Los ecos de la tragedia hídrica comienzan a perder intensidad. La comunidad santafesina parece convertirse en una gran caja de resonancias en la que mil lamentos y explicaciones en vano rebotan sin sentido. Pero la toma de distancia con relación al hecho ayuda a reflexionar sobre algunas cuestiones que tuvieron una fuerte presencia durante el desastre del agua. Una de ellas tiene que ver con la función asumida por los medios de comunicación locales (especialmente la radio) en el transcurso de la catástrofe.

Con dos de los medios de mayor audiencia en Santa Fe tomados por sorpresa por el desborde (las plantas transmisoras de LT9 y Canal 13 se inundaron totalmente), las emisoras locales sintieron el brutal impacto de la noticia-fenómeno. El soporte informativo que impone día a día la realidad objetiva fue vencido por el peso y la dimensión del hecho. Las líneas telefónicas de las radios se sobresaturaron de llamadas que pedían auxilio mientras se acercaban los voluntarios para atender pedidos. Se fueron descompaginando las grillas de programación al ritmo que establecía, impiadosamente, el avance de las aguas. Y en el transcurso de esas horas desesperantes, la radio fue trasladando hacia un lugar más subsidiario su función estrictamente informativa para dar lugar a la puesta en primer plano de su función social. Los mensajes de damnificados y de familiares de evacuados se sucedían ininterrumpidamente por la radio y ésta, naufragando en el medio de la vorágine, se transformó en transmisora de mensajes dramáticos, intercomunicando en una gran red las voces del dolor. Así quedaron desnudadas en toda su amplitud las verdaderas potencialidades sociocomunicativas de la radio, su más primigenia función de servicio social.

Pero así como el gran mérito de la radio durante el desastre fue refuncionalizar su capacidad de asistencia sociocomunicativa, corrió con la desventaja del apresuramiento y el error forzado. Y el hijo del apresuramiento es el rumor (entendido como noticia vaga y extraoficial). Al respecto, Pichón Rivière explicaba que el rumor “provoca (durante una catástrofe) sentimientos de mayor inseguridad, volviendo a la gente más agresiva. El rumor impacta y convierte a las posibles víctimas del desastre en ingenuas y crédulas”, alterando aún más los ánimos que ya acarrean serios desequilibrios emocionales.

Un ejemplo: pasada ya una semana del desastre, un conocido periodista y conductor de LT9 hacía su entrada en la emisión matutina del mencionado medio. En ese momento denunció, muy enojado, una conducta que, según él, era muy miserable. Entonces describió como unos “muchachotes” (expresó) “robaban” sobre una suerte de balsa provisoria hecha con tanques cortados varios electrodomésticos y otros enseres de alguna una familia inundada. La denuncia la realizó sin confirmación e instó a las fuerzas de seguridad a que intervengan en estos lamentables casos. Este rumor-trascendido fue desmentido media hora más tarde, cuando un padre muy respetuoso pero también sumamente molesto salió al aire, diciendo que esos “muchachotes” que el periodista había denunciado eran sus hijos que estaban tratando de salvar no solamente sus pertenencias, sino también las de otros vecinos afectados. Esta información imprecisa y rumorosa fue producto del apresuramiento y la celeridad con que se desarrollaba todo. Algo similar ocurrió con el anticipo de supuestos desabastecimientos en la ciudad de artículos de primera necesidad mencionados en las radios, información que no contaban con confirmación oficial. Todo esto vino a alimentar la angustia y desesperar los ánimos.

Ficciones verdaderas

Al principio de la tragedia, la realidad-inundación que se construyó en la radio se superó a sí misma, por la magnitud de los acontecimientos. Así, hizo su aparición en quienes seguimos la cobertura periodística durante las primeras horas de la tragedia esa percepción ilusoria, esa noción confusa que lleva a pensar “esto no está pasando”, quizá forzando la esperanza escéptica de que “realmente no pase de veras”. El juego ficción-realidad comenzó, incrementado la desesperación, la angustia e incertidumbre. Ficcionalidad que, efímera, se fue esfumando a medida que las horas pasaban. Los memoriosos o los entendidos en la historia de la radiofonía recordarán el antecedente de la histórica emisión radiofónica “La guerra de dos mundos” del gran Orson Welles allá por la Norteamérica de los años 30 en la que, a partir de un hecho ficticio (una supuesta invasión extraterrestre) transmitido desde un realismo absoluto, se colapsó el orden de toda la sociedad norteamericana. Los efectos movilizadores de ese interjuego ficción-realidad hicieron su aparición durante la tragedia de Santa Fe.

Referencias

(1) Pichon Rivière, E., “Inundados: las reacciones psicológicas ante el desastre”, pág. 25.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *