Dramas del mundo en que vivimos
Es normal que al leer esas noticias se nos erice la piel. Las últimas que fueron publicadas en el diario Clarín del 27/11/2002 relacionadas con el análisis que lleva a cabo ONUSIDA, que es el programa común de las Naciones Unidas para el VIH-SIDA y que corresponde a un estudio anual de cada continente. Las cifras dadas a conocer son “de terror” y lo más patético es que los casos que diariamente se suman a los ya existentes, corresponden a países en vía de desarrollo, lo que quiere decir que a los problemas de dichos pueblos ya tienen, por no contar con estabilidad económica, hay que agregarle ‘plagas’ como el SIDA, la desnutrición (no solamente en niños, sino en gran población de adultos), más la tremenda desocupación que normalmente existe, impiden que los individuos se puedan procurar un ingreso que les permita proveerse de una alimentación normal, que por lo menos haga más llevadera su existencia.
Según los últimos datos, siempre informados por la misma fuente, en este momento existen en el mundo más de 42 millones de personas portadoras del virus, y como es real que el SIDA y la desnutrición se llevan de la mano a los que le podemos agregar sin temor a equivocarnos la analfabetización, la miseria y las enfermedades infecto-contagiosas, llegamos a la conclusión que inmensas poblaciones en condiciones de subdesarrollo están condenadas a padecer estos infortunios sociales, por muchos motivos; en primer lugar por no contar con un programa socioeconómico que permita aplicar tecnología de punta en los tratamientos a quienes padecen tales enfermedades, y dadas las circunstancias posiblemente no puedan llegar a ello, y en segundo lugar por no contar con la ayuda necesaria de países que pudiendo hacerlo, no lo hacen.
Por todo esto es necesario que nuestros dirigentes actuales, o los que lleguen en el futuro, tomen desde ya conciencia que es muy necesario tratar de borrar de la faz de la tierra, no solamente estas ‘plagas’, sino generar comunidades que puedan de una vez por todas disfrutar de la existencia que Dios, con su infinita misericordia nos otorgó.
Es cierto que hablar de estas enfermedades, de la miseria, de la falta de educación, la explotación, la esclavitud, la humillación y muchos más sufrimientos a que está expuesto el individuo, no hace otra cosa que mostrar al mundo toda la tremenda marginación existente, y que lo único que produce es la desintegración total del núcleo familiar. Aún así, con todos estos problemas, podemos decir que en algunos lugares todavía podemos creer que nuestro Señor nos da una mano. Como ciudadano de esta zona me siento orgulloso, por cuanto no contamos con altos índices en SIDA y desnutrición, o por lo menos el porcentaje es uno de los más bajos del país. Por eso felicito a médicos, maestros, profesores, legisladores, funcionarios y gobernantes, porque gracias a la preocupación puesta de manifiesto en todos sus actos para que esto pueda ocurrir, y creo que si a la de ellos le sumamos el esfuerzo de todos los ciudadanos, podremos contribuir a contar con una comunidad que supere las desigualdades y prejuicios que normalmente ocasionan estos males y poder dejar de lado todos los sufrimientos a que el ser humano está expuesto, y que tal vez no lo merece. Es de hacer notar que si el mundo está padeciendo estos alarmantes aumentos de enfermedades, es motivado por la falta de un desarrollo socioeconómico igualitario de todas las comunidades. Deberemos tener muy en cuenta que es necesario luchar para que estas epidemias mundiales no lleguen a agravar de sobremanera nuestro cotidiano convivir y tratar en cuanta ocasión se nos presente, el mejoramiento de todas las medidas de prevención que contribuyan a evitar que las próximas generaciones no cuenten con la propagación de todas estas situaciones tan graves y perjudiciales.