Fortalecer la voluntad
Los dos pilares de la personalidad humana son la inteligencia y la afectividad. En unos hombres predomina el primer aspecto y son fundamentalmente racionales. Otros, por el contrario, son más afectivos y sentimentales. Además de estos hay toda una gama de tipos intermedios que la caracteriología ha definido con distintos elementos psicológicos.
Junto a los dos pilares básicos de la razón y el amor, la voluntad es el puente entre ellos y les da firmeza con su entrenamiento. Una persona con una gran inteligencia y una voluntad débil difícilmente alcanzará los objetivos que se propuso para su vida, llevando una existencia irregular, zigzagueante y sin seguridad. Por el contrario, un hombre de inteligencia mediana pero con fuerte voluntad llevará una vida constante y ordenada, disciplina personal y autoexigencia, alcanzando en gran medida las metas propuestas.
En el trabajo de investigación “Influencia de los hábitos de estudio en el rendimiento escolar” sobre el peso de la inteligencia y la motivación (fuerza de voluntad) en las notas del colegio se concluye que tiene más peso estadístico la motivación que la inteligencia. Otra conclusión es que las motivaciones internas (estudiar porque uno mismo quiere) es más importante que las externas (estudiar porque me lo mandan).
De todos los educadores es bien conocido que el ambiente familiar es determinante de la formación y el rendimiento escolar de los chicos. Los padres en su función educadora utilizan los premios y castigos. El psicólogo conductista Skinner afirmaba que del buen manejo del binomio premios y castigos dependía que los niños tuvieran una buena o mala educación. Los padres se apoyan en la autoridad y el cariño en su función educadora. Una autoridad que sea exigente y estimulante, a la vez que fomente un ambiente alegre y amable.
Para fortalecer la voluntad es conveniente seguir una estrategia de pequeños vencimientos: cumplir la obligación aunque no se tengan ganas; cumplir los deberes diarios aunque no apetezca hacerlos; negarse algún pequeño capricho para ser dueños de sí mismo, etc. Es necesario adquirir una serie de hábitos tales como cumplir el horario previsto, tener ordenadas las cosas de la mesa y los armarios, planificar las tareas que se deben hacer y poner el esfuerzo de hacerlas todas, aceptar las contrariedades y tener una buena tolerancia con las frustraciones.
Estos hábitos de la conducta fortalecen la voluntad y forman al hombre recio, seguro, estable y dueño de sí mismo. Se adquiere una especie de fortaleza amurallada contra las tentaciones actuales de la droga, el alcohol y la infidelidad, a la vez que facilita la consecución de las metas que se habían propuesto.