Gauchito Gil, ¿mito o leyenda?
Gauchito Gil, ¿mito o leyenda? Crédito: El Santafesino

Gauchito Gil, ¿mito o leyenda?

Insistente la presencia espiritual del Gauchito Gil atraviesa distancias ocupando un lugar en la tradición y el corazón de la gente. Antonio Mamerto Gil nació el 12 de agosto de 1847 en Corrientes. Las huellas de su existencia, transmitidas de generación en generación, un gaucho que en 1865 peleó en la Guerra de la Triple Alianza. Durante ese tiempo obró diversos milagros de sanidad en los soldados heridos, sucesos que fueron relatados por compañeros de armas. Al término de esa cruel batalla el ejército convocó a Antonio para luchar contra los unitarios y ante su negativa fue declarado desertor de la ley. Antes de ser asesinado perdonó y aseguró sanación para el hijo del verdugo que derramó su sangre el 8 de enero de 1874, a escasos kilómetros del pueblo, hoy Ruta Nacional Nº 123.

En el Instituto de Desarrollo Humano de la Universidad Nacional General Sarmiento se llevó a cabo una investigación en 2004, el objetivo: las creencias y apreciación de lo sobrenatural y vinculación a lo sagrado, destacado como religiosidad popular.

A las orillas de diferentes rutas flamean las banderas rojas como la sangre derramada del Gauchito Gil. En Laguna Paiva son innumerables los devotos que enarbolan sus banderas e instalan capillas, formando parte del paisaje. En la Ruta 2, a la vera de las vías, a metros del cruce de la Ruta 11, sobre la ciclovía abundan imágenes en jardines, veredas, entradas de hogares y negocios. Las estatuas del gaucho son objetos constantes de plegarias. Los testimonios brillan a la luz de las velas rojas, rodeadas de flores también rojas que encuentro en mi diario caminar y a entusiasmados devotos que narraron para El Santafesino la historia de El Gauchito. Muchos de ellos visitan cuando pueden, el mausoleo que se encuentra en el lugar de su muerte, a 8 kilómetros de Mercedes, Corrientes.

El remisero exhibe en su vehículo diferentes imágenes del Gauchito Gil: “Voy renovando promesas”, dice en el largo trayecto, como una sucesión de guiones las banderas rojas enmarcan unas pequeñas y otras más significativas grutas y me lleva a visitarlas y escuchar, con cierto sentimiento, uno a uno sus relatos.

En la calle Pastor Barrios al 2045 Susana Mendoza levantó la capillita frente a su casa. La gente se detiene y deja tributos. Mariana del Valle Videla instaló la capilla frente a su negocio; contó que toda la familia es protagonista de promesas. Me invitó a pasar donde descubrí pinturas y tapices artesanales, verdaderas obras de arte.

Zulma Villalba, en barrio Peyrano, tiene a la entrada de su vivienda una gruta en forma de “A” por la vocal que inicia el nombre “Antonio”, mientras recorrimos el lugar para llegar hasta el extenso patio donde se encuentra una capilla de dimensión especial que sirve de refugio a los visitantes por su estructura y tamaño, instalada bajo los árboles. Desde 1999 cumpliendo promesa, Zulma organiza homenajes al Gauchito: “Supe de él cuando un chico de las calles de Santa Fe me ofreció una estampita. Leí la historia y le pedí ayuda. La primer estatuilla me la regaló mi hija”, dijo Zulma. La primera peregrinación fue acompañada del padre Miguel, quien bendijo el lugar. Su nieto ciego no necesitó operación, ella y toda su familia piden con fe y fervor. En el interior de la capilla, junto a imágenes y esculturas del Gauchito Gil, se encuentran íconos sagrados, placas, vino, cañas, cigarrillos, juguetes, regalos increíbles y también el señor San La Muerte: “El cuidaba los sueños del Gauchito Gil”, dijo Zulma.

La bailanta al Gauchito Gil ya es popular en éste lugar. Zulma y su familia la organizan los 8 de enero, contratan orquestas de chamamé, llega temprano gente a caballo y a pie en peregrinación, trayendo sus tributos. Es una tarde especial que comienza con un minuto de silencio, palabras de agradecimiento, oraciones. Abunda la comida, bebida, música, baile y sapucai, en expresión popular.

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