
Huertas orgánicas: un fenómeno que se expande en Santo Tomé
La ciudad de Santo Tomé, de vertiginoso crecimiento tanto poblacional como de marginalidad y pobreza, permite demostrar la posibilidad de recuperar las capacidades intactas de una comunidad a partir de una crisis económica sin precedentes en nuestro país. La formación de casi 400 huertas orgánicas en la ciudad, con más de 3000 personas que se sirven de su producción para alimentarse, y decenas de instituciones que multiplican la iniciativa dando respuestas a hombres y mujeres asediados por el desempleo y múltiples carencias, pone de manifiesto no solo la reacción a una realidad inocultable, sino también la posibilidad concreta de recomponer prácticas básicas para la solución de problemas, en la actualidad, inadmisibles.
La existencia de más de 200 niños desnutridos según registros oficiales (El Cronista Regional, diciembre 2002) podría evitarse mediante el aporte de verduras producidas en las huertas. La ausencia de hábitos de alimentación e higiene adecuados en familias de riesgo podría superarse a través de la capacitación de personas hoy incluidas en el plan Jefes y Jefas de Hogar.
Esas iniciativas son parte de las intenciones de la subsecretaría de Medio Ambiente de la Municipalidad de Santo Tomé, que ejecuta un proyecto de Huertas Orgánicas desde abril del año pasado. La labor se lleva adelante con la asistencia del INTA y pretende “recuperar la tierra, la cultura del trabajo y la organización de las personas”, según comentó a El Cronista Regional, Graciela Castillo, titular del área municipal mencionada.
Los primeros pasos consistieron en la capacitación y provisión de semillas a las familias e instituciones interesadas. A los pocos meses comenzaron a observarse los primeros resultados: dentro del período primavera-verano 2002, la cantidad de huertas ascendía a 336 -308 familiares, 12 institucionales, 10 escolares y 6 comunitarias-, con 3.160 beneficiarios directos y una superficie sembrada de 100.000 m2. Y estos son algunos frutos interesantes:
* Entre las huertas comunitarias existentes, un grupo de mujeres voluntarias -no incluidas en la plan Jefes de Hogar- se pusieron manos a la obra, mientras otro grupo -en este caso sí, con beneficiarios de ese plan, apunta a brindar parte de su producción a los comedores municipales que reciben a cientos de niños con problemas de alimentación.
* La organización “Puente de Amor” da incipientes pasos en el proyecto a modo terapia para adolescentes adictos a las drogas en proceso de recuperación, en tanto dos grupos de desocupados comenzaron recientemente a crear sus huertas mediante la creación de cooperativas.
* La dirección de Medio Ambiente junto al INTA capacitan a beneficiarios del plan Jefes como Promotores de Huertas, con el fin de relevar y asistir a las familias que integran el proyecto.
Este último caso incuba una cuestión clave en esta dinámica que impuso la crisis económica en Argentina: la necesidad fundamental de complementar la respuesta al problema del hambre con capacitación para la superación de falencias básicas vinculadas a la alimentación, la higiene y el trabajo en el hogar. El municipio y las instituciones intermedias tienen el desafío de demostrar que se puede recomponer el tejido social mientras se hace un aporte concreto a la educación formal. Esto puede lograrse por ejemplo haciendo del magro beneficio que ofrece el plan de empleo precario en cuestión, no una herramienta partidaria vía clientelismo político, sino un instrumento de transformación social. Por eso, será fundamental la continuidad de la capacitación de estos promotores, aunque más indispensable el control de las acciones, ante la natural tendencia a la falta de perseverancia que lleva al abandono.
El futuro
Según explicó Castillo, una segunda etapa consiste en lograr más calidad, nutrición y economía en el hogar. Una interesante jornada marcó los primeros pasos en ese sentido. Junto a los profesionales del INTA e inspectores de Bromatología, se realizó una jornada de cocina con la participación de más de 60 mujeres, que aprendieron nuevas recetas en función de la pirámide alimenticia y pautas para la manipulación de los alimentos.
Una tercera etapa, más ambiciosa, está vinculada a la posibilidad de comercializar el excedente de productos orgánicos en una feria franca dentro de un espacio concreto en la ciudad.
Desde hace más de un año, en nuestro país y nuestra región, la puesta en marcha de un plan de contención -Jefes y Jefas de Hogar-, además de reducir la conflictividad social, reflotó algunas cuestiones arraigadas en la degradada sociedad argentina: la pérdida de la cultura del trabajo, tanto por la destrucción del aparato productivo como por la dádiva con intereses político-partidarios legitimadores de un sistema de dominación; la ausencia de una educación para la vida en vastos sectores de la población, desde la subsistencia hasta el respeto por sí mismo y los demás; debilitamiento del sentido de comunidad a partir de la disputa por una limosna de 150 lecops.
La salida que representan las huertas orgánicas no es una vuelta al pasado, significa la recuperación de prácticas genuinas -vitales y productivas-, incluso con la posibilidad cierta de lograr cambios a las realidades descriptas.