Literatura y conciencia ecológica
árboles nativos Crédito: Archivo
La Cuenca Santafesina
Susana Persello
8 de octubre de 2019
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Literatura y conciencia ecológica

En este espacio literario nos encontraremos con textos de dos autores santafesinos que hablan del hombre y su relación con la naturaleza, del uso racional de los recursos y del necesario el cuidado de la Tierra.

Jorge Cappato: destacado ambientalista santafesino con una intensa labor en defensa de la Tierra y sus recursos, coordinó durante varios años el Centro de Protección a la naturaleza, una ONG creada en 1977.  Ha publicado libros y artículos periodísticos advirtiendo sobre la necesidad de hacer obras que protejan el medio ambiente, crear conciencia individual y social.

Leonardo Castellani: Sacerdote Jesuita, nació en San jerónimo del Rey (actualmente Reconquista) provincia de Santa Fe, el 16 de noviembre de 1899, falleció el 15 de marzo de 1981; teólogo, filósofo, poeta, periodista, traductor. Autor de muchas obras, se destaca principalmente “Camperas”, un libro en el que compila fábulas criollas, creando un estilo en la prosa argentina.

Una Lección para no olvidar

Recorriendo las zonas castigadas por las inundaciones o por las excesivas lluvias vimos cientos de pinos, cipreses y paraísos muertos de pie, con las raíces podridas por el agua. A su lado, los seibos, los curupíes, los talas, los timbós y aún los jacarandáes y los palos borrachos, lucen plenos y radiantes. Los pobladores que habían cuidado sus pinos y cipreses durante diez, quince y veinte años, hoy miran desconsolados a los árboles muertos.

¿Qué ha ocurrido? Simplemente que el hombre no ha respetado las leyes de la naturaleza, la sabiduría de la Creación.

Porque los seibos y los árboles de las islas, los árboles nativos, están preparados para soportar el agua en sus raíces, desde hace miles de años.

Mientras que un pino o un ciprés, pertenecen a regiones frías que nada tienen que ver con nuestro clima y nuestra geografía.

Más todavía: los pájaros de la zona están preparados para posarse y hacer sus nidos en los árboles autóctonos. Hasta la forma de sus patas y de su pico están amoldadas a la forma de las ramas y de la corteza de nuestros árboles. Los árboles de nuestra zona, forman una unidad vital, con nuestros pájaros…y aún con nuestros insectos y con todas las especies de animales y vegetales nativos. Esto es lo que en ecología se llama “evolución adaptativa”, por lo cual unos seres dependen íntimamente de otros en cada ecosistema.

Por eso en el futuro, deberemos plantar nuestros árboles… aprender a conocer y admirar la belleza de nuestras flores silvestres… conocer cada vez más que las flores del seibo atraerán a los picaflores, y que los zorzales difícilmente anidarán en las ramas de un ciprés. Solamente conociendo y respetando las leyes naturales de nuestra región el hombre podrá disfrutar de sus beneficios y gozar de un ambiente saludable… por muchos años.

Cappato Jorge, publicado en Econoticiero 7, octubre 1983.

El bien que nos hacen

-Yo los voy a arreglar, bichos de la gran flauta- dijo el hombre descolgando la escopeta.

-Déjalos pobrecitos, quién sabe no tengan nido- dijo la mujer-. Todos los años vienen y la cosecha no falla.

-Comen muchas matitas tiernas de maíz –dijo el hombre- ¿Vos sabés lo que sería la cosecha sin esos bichos dañinos?

Desde la casa se veían las gaviotas sobre el maizal, como un remolino de papelitos blancos. El hombre se situó atrás de la parva y comenzó a batirlos a tiro seguro. Diez días sonaron los estampidos fragorosos y cayeron los pájaros aleteando. Y después se fueron las gaviotas para no volver.

Y sucedió que ese año se perdió la mitad de la cosecha, porque salió una plaga de gusanos peludos y asquerosos que se comían los choclos hasta el marlo. Y al año siguiente la cosecha se perdió entera, porque parece que las gaviotas eran las que comían esos gusanitos pestíferos que antes nadie había visto.

– ¡El bien que me hacían las gaviotas y yo no supe! -dijo el hombre-. El bien que nos hacen no lo vemos, y el mal que nos hacen, aunque sea pequeño enseguida lo notamos.

-Así es el hombre- dijo una gaviota.

Leonardo Castellani, Camperas “Bichos y personas”, Editorial San José, Buenos Aires, 1970.

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