“Nada me da más placer que la arquitectura”
"Nada me da más placer que la arquitectura"
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Universidad Nacional del Litoral
21 de enero de 2004
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“Nada me da más placer que la arquitectura”

Directamente desde Nueva York, gracias a los beneficios que brindan las nuevas tecnologías, el arquitecto César Pelli pudo disertar y dialogar con sus colegas de la Argentina y responder todo tipo de inquietudes formuladas por profesionales e interesados que lo siguieron de cerca de través de una pantalla gigante.

El Paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) fue el escenario elegido para la videoconferencia organizada por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), y que tuvo a Pelli como principal protagonista.

Pelli se recibió de arquitecto en la Universidad Nacional de Tucumán, “cuando la facultad era tan pequeña que nos conocíamos entre todos, no sólo como alumnos y profesores sino también como amigos”, según confesó en un tramo de la conferencia. En 1949 egresó y casi con el título bajo el brazo accedió a una beca en la Universidad de Illinois, Estados Unidos, donde pudo perfeccionarse. “Me encontré con que tenía una formación muy avanzada, no sólo respecto de los norteamericanos sino también en comparación con profesionales de varios países del mundo”, contó Pelli.

Por recomendación de un docente, ingresó en un importante estudio de arquitectura y a partir de entonces (tenía sólo 28 años) vive en los Estados Unidos, desde donde ha desarrollado una carrera brillante, que le permitió crear obras trascendentales en distintos países del mundo.

“Hoy en día, muchos arquitectos tendemos a trabajar en varias ciudades del mundo en obras diferentes, con características muy diferentes, haciendo edificios de todo tipo”, reconoció Pelli, autor de edificios como el World Financial Center (Nueva York), la Torre del Society National Bank (en Cleveland), la Torre NCNB (en Charlotte, Carolina del Norte) el Centro Boyer de Medicina Molecular, en la Universidad de Yale, las Torres Petronas (Kuala Lumpur), y el Banco República (Buenos Aires), entre otras.

Sin embargo, el arquitecto entendió que cada obra persigue características diferentes, que las hacen distintas una a la otra. “Si mantuviera una firma, una marca característica en mis obras no podría responder correctamente a lo que cada lugar, cada zona, cada cultura y cada clima requieren”, explicó Pelli, para quien “es imposible tratar de imponer una escritura, una estética definida”.

Aun así, y teniendo en cuenta la calidad de las obras creadas por él, Pelli no duda en decir que “los edificios son como mis hijos: a todos los llevo en mi corazón y los quiero de diferentes maneras. Hago un esfuerzo enorme para no pensar en favoritos, ni en mis obras, ni en mis hijos”.

La arquitectura hoy

La Arquitectura, en tanto disciplina, ha cambiado en las últimas décadas, a entender de Pelli, y también cambió el rol del arquitecto como profesional. “El siglo XX, en Arquitectura, no comienza con la Primera Guerra Mundial sino con el movimiento moderno, con una intención de dar una solución que sirva para responder a todos los problemas de arquitectura. En la segunda mitad del siglo XX esta posición, que llegó a dominar la profesión, se comienza a cuestionar, y aparecen otras maneras de ver las cosas. Tanto es así que para finales del siglo XX y principios del XXI queda muy poco de la disciplina que apareció con el movimiento moderno”.

Según Pelli, “hoy se crean obras sumamente individuales, que son de mucho interés, pero no hacen ciudad. Y creo que ésa es nuestra labor principal: hacer un edificio es secundario a hacer ciudad”.

De la misma manera, considera que el mundo que hoy les espera a los futuros arquitectos no es el mismo que el de años atrás. “Hay cambios muy grandes en la sociedad y en la percepción de la profesión misma. Quizás lo que es permanente es que la arquitectura es un tipo de profesión que necesita amor y algo de talento”, indicó.

“No puedo pensar en nada que me dé tantas satisfacciones como ser un arquitecto. El placer que me da diseñar algo, aunque sea pequeñísimo, y verlo construido es incomparable. Pero si no existe ese amor, la arquitectura es una mala profesión. Si no se hace con entusiasmo, hay demasiados momentos difíciles; no es una profesión para volverse ricos. Si no hay amor por la arquitectura recomiendo que estudien leyes, negocios, u otra cosa más sencilla. Eso no cambia, pese a todos los cambios económicos y tecnológicos”, agregó.

En cuanto a la formación académica y profesional de los arquitectos, señaló que las habilidades que se aprenden en las facultades -conceptos, diseño, composición, desarrollar el ojo y la visión plástica- deben complementarse con la práctica. “Separo el aprendizaje académico, en la universidad, del aprendizaje práctico en un estudio. Para mí lo esencial es que los estudiantes sepan de arquitectura, conozcan la historia, conozcan los modelos; pero el entrenamiento de cómo se diseña, cómo se organizan y preparan los dibujos, se puede aprender en mi estudio más rápido que en cualquier universidad”, señaló.

Más de una decena de arquitectos que trabajan en su estudio de Nueva York son argentinos, y “poseen un excelente nivel académico”, según manifestó Pelli, incluso para manejar programas de computación indispensables para el diseño actual. “Pero saber resolver problemas técnicos y manejarse con un cliente, hay que aprenderlo aquí, donde los clientes son reales y donde las presiones son reales”, finalizó.

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