Responsabilidad compartida
La irrupción del Covid-19 en la República Argentina sacudió estructuras y despertó la conciencia ciudadana a partir de un problema sanitario. El fortalecimiento del sistema de salud y ciertas prácticas cotidianas de cuidado personal y comunitario -por ejemplo, uso de tapabocas-, son a grandes rasgos saldos positivos que para siempre deja la pandemia.
Los medios de comunicación social han jugado un rol dispar en esta contienda con el virus: de la tapa de los diarios nacionales y provinciales que rezaba “Al virus lo combatimos entre todos”, pasó a navegarse por las turbias aguas de la grieta argentina, anteponiendo intereses corporativos a las decisiones y criterios unificados en materia sanitaria.
Por decantación, siempre con la agenda de los grandes medios como espada de Damócles, los medios de comunicación provinciales y regionales replican (replicamos) consignas y visiones de la realidad uniformes y unidireccionales sobre un mapa epidemiológico fragmentado, diverso y cambiante.
Por ende, la ruta de los equilibrios entre la responsabilidad y conducta ciudadana, y las ansiedades individuales e intereses sectoriales, no coinciden con buenos pilotos de tormenta. Sin demasiadas pistas, el debate social sobre cómo abordar el impacto de la pandemia adquiere ribetes que no se condicen con la gravedad de la problemática que nos toca vivir.
No se trata de una crítica ligera (o autocrítica) sobre los periodistas y las empresas para las que trabajan. Los gobiernos tienen al mismo tiempo un rol central en las políticas de comunicación que contribuyan a concientizar respecto de cómo los ciudadanos debemos actuar ante un fenómeno desconocido de manera contemporánea por estos lares.
Al automático llamado al control permanente del Estado en todas y cada una de las acciones, podríamos anteponer una visión social que juzgue nuestras conductas cotidianas: ¿qué hago yo diariamente para cuidarme y cuidar a mis vecinos? Incluso más allá de la pandemia.
De lo contrario, puede parecer que detrás de la aparente actitud seria y responsable del pedido de control permanente, se esconde un justificativo de nuestras acciones, que cuentan a cada paso con un margen de no-control que nos hace sentir cómodos, y nos liberan de la difícil decisión de asumir la ética de la responsabilidad compartida, hoy más necesaria que nunca.
Lic. Exequiel Kay