Educar, valor supremo
“Enseñar a pensar…enseñar a aprender”…premisas fundamentales para la civilización a través de la educación. Las esboza el filósofo español Fernando Savater, en su libro “El valor de educar”. Una sociedad como la argentina, dio vueltas las páginas de la historia y con altos niveles de marginalidad, analfabetismo y deserción escolar, ya hipotecó su futuro desde hace años y, excluida del desarrollo, se encamina con tristeza a padecer las consecuencias.
En la provincia de Santa Fe la crisis que atraviesa la educación es grave: las autoridades del Ministerio de Educación de la provincia admiten una inquietante situación, al revelar -sin precisiones- los índices de deserción en las escuelas santafesinas (ver nota principal).
Y se reconoce oficialmente que el problema se agudizó en los últimos años, paradójicamente al mismo tiempo que el gobierno que conduce Carlos Reutemann aumentó las partidas presupuestarias para el área.
“En estos tres últimos años de nuestra gestión dimos absoluta prioridad al gasto social (…) seguimos manteniendo el presupuesto educativo por arriba del 30% del total provincial (…) Hemos seleccionado 102 escuelas de Educación General Básica y 30 escuelas medias y técnicas con porcentajes de repitencia superiores a la media provincial, con el objetivo de lograr que durante este año ese problema disminuya cinco puntos en cada escuela, realizando acciones de superación pedagógica y resolviendo problemas de infraestructura, alimentación y equipamiento de los alumnos” advirtió el primer mandatario en su discurso de inicio del ciclo lectivo en Santa Fe.
Por un lado, si las asignaciones presupuestarias en educación, son altas en la provincia, cabe preguntarse: ¿por qué casi cuatro de cada diez niños abandona la escuela, con un porcentaje de deserción escolar que oscila entre los 35 y 38 puntos según reconoció el propio ministro de Educación, Daniel Germano?
Es evidente que, más allá del impresionante crecimiento de la pobreza en Argentina durante los últimos dos años, existen dificultades en la asignación de los recursos y cierto grado de ineficacia en su administración.
Pues de lo contrario, no se explica cómo en los últimos tramos de la década del 90 (véanse estadísticas de 1992 a 1998 en nota principal), el desgranamiento escolar en la provincia se ubicaba en un 17 por ciento y hoy se esté hablando -aún solapadamente- del doble.
Desde distintos sectores, de maneras diversas, se viene advirtiendo con un mensaje contundente la crisis de la educación argentina, que debe ser una prioridad del Estado más allá de las diferencias político-partidarias. “A contramano, entonces, del gran proyecto de país socialmente integrado a partir de la escuela pública, la deserción escolar contribuye al incremento de la marginación y de la exclusión social, lo cual afecta a la sociedad en su conjunto. (…) Se trata, por lo tanto, de un cuadro de urgencia que requiere respuestas políticas inmediatas. En este sentido, se requieren iniciativas tanto económicas como pedagógicas y culturales, capaces de mantener a los alumnos en las aulas, y también de mejorar la calidad educativa”. (Clarín, Editorial, 15 de octubre de 2002).
A fines de 2002, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), presentó el informe anual Panorama social de América Latina, 2001-2002, donde revelaba que “el 37% de los adolescentes (entre 15 a 19 años) latinoamericanos abandonan la escuela antes de completar el ciclo escolar secundario. Casi la mitad de ellos deserta tempranamente, sin terminar la educación primaria (…) En cinco países (Argentina, Costa Rica, Ecuador, Honduras y Paraguay) más de la mitad y hasta el 60% de los que abandonan la escuela lo hacen al finalizar el ciclo primario”. Según otro informe de la Dirección Nacional de Juventud, en el país hay 1.250.841 personas de 15 a 29 años que no estudian ni trabajan. El 54,9% no asiste a ninguna instancia del sistema educativo”.
En los pizarrones debería leerse: “Señores gobernantes: los niños y la escuela estamos primero. ¿Ustedes no piensan en el futuro del país?”.