Arquitectura de un federalismo mentiroso
Este proceso de declinación de la incidencia del interior del país en el diseño de la política nacional a nuestro entender se inicia en 1862 (Batalla de Pavón). Allí las pretensiones de construcción federal que inspiraron la actuación de hombres de la talla de Artigas y el Brigadier López sucumbieron en manos del entente entre el poder central y los acomodaticios intereses de una dirigencia de tierra adentro que no dimensionó su rol histórico. A partir de esa claudicación se establece la matriz de un sistema centralista amparado por un interior complaciente que valida el mismo mediante la obtención de determinados beneficios especiales. De esta forma, la gran urbe se convirtió en la bisagra de la nación con el mundo y en la cabeza de Goliat, como con intuición señalara Martinez Estrada.
Este sistema no fue neutral para el resto de las regiones del interior y poco a poco construyó el aislamiento del NOA con el Alto Perú, las del la Región de Cuyo con Chile y la de la Mesopotamia con Brasil, así como también consolido el definitivo distanciamiento del Uruguay con la Confederación. Lo manifestado fue posible por la compensación que brindaba un sistema de subsidios a las provincias para garantizar la adhesión al modelo, (azúcar en Tucumán, la vitivinicultura en Mendoza, la yerba mate en Corrientes, el tabaco en Salta y la fruta de pepitas en Río Negro) sumando de esta manera las conducciones locales.
A este sistema radial sólo le faltaba una infraestructura para su afianzamiento y un sistema de control para evitar la fuga de las economías regionales por sus viejas vinculaciones; y a esto lo selló definitivamente la construcción del ferrocarril con sentido radial (posteriormente acompañada por las redes de telecomunicaciones y viales) y la instalación de barreras arancelarias.
Así diseñado el país, las economías regionales se consolidan como estructuras aisladas del mundo y sólo vinculadas por la articulación bonaerense, lo que sin duda alguna profundizó la idea de división entre el puerto y el interior.
Es en ese momento que -a nuestro entender- los provincianos nos plegamos sobre nosotros mismos y empezamos a construir una visión comarcal, dejando las grandes decisiones en manos de la Capital. De esta manera legitimamos la cultura nacional que reconoce las desigualdades y la subordinación y nos hacen sentir y pensar que es cierto que Dios esta en todas partes pero atiende en Buenos Aires.
El federalismo se convierte en un sistema de negociaciones cuasi-sicilianas entre el poder central y el estadual manteniendo la unidad nacional, pero desarrollando cada vez más la jurisdicción nacional en detrimento de las provinciales. En tal sentido no podemos desconocer la irrupción nacional en el ámbito de la salud, en la producción de servicios públicos y en la recaudación impositiva.
Esta situación no ha variado a pesar de la merma en los últimos años del gobierno central en términos relativos con relación a las provincias en materia presupuestaria. Y ello es así porque la merma no se debe a una modificación estructural sino al abandono de la nación de la producción de determinados servicios (como las privatizaciones en las áreas de energía, comunicaciones y transporte); y a la trasferencia de competencias de temas trascendentes como salud y educación no siempre acompañado de los recursos necesarios.
Por otro lado, el abandono del modelo de estado regulador eliminó sin dificultades las protecciones a determinados sectores de las economías regionales que garantizaban no quedar sujetos a los avatares del mercado interno y externo. Ello concluyó en la geografía actual signada por una mayor heterogeneidad y desigualdad en lo económico, político y social.
Mapa nacional
Para ratificar lo expuesto diremos que el país hoy esta compuesto por:
* un área central constituida por las Provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Ciudad de Buenos Aires (región pampeana). Esta región posee el 20% de la Superficie, el 63% de la población, el 75% del Producto Bruto, y
* un área periférica constituida por la región NOA NEA y Cuyo, es decir San Juan, San Luis, La Rioja, Mendoza, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca, Entre Ríos, Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones. La presente área posee el 45% de superficie, el 30% de población y el 18% del PB, y por último
* el área despoblada constituida por la región patagónica, Tierra del Fuego Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Neuquen, La Pampa. Posee el 35% de superficie, el 7% de población y el 7% del PB.
La radiografía analizada mantiene las mismas malformaciones estructurales denunciadas, en virtud de las recurrentes acciones de los gobiernos provinciales que consienten el sistema de relaciones con el gobierno federal imperante desde la segunda mitad del mil novecientos. Esto es, solicitando subsidios y/o recursos extraordinarios (control de los ATN, fondos de reparación histórica, mantenimiento de los subsidios al tabaco, tratamiento especial al consumo de combustible en la patagonia, ejecución de obras especiales, otorgamiento de planes asistenciales, etc) a cambio de su poder federal (Apoyo de Gobernadores, respaldo de sus legisladores a las políticas nacionales, sesión de potestades tributarias,etc.).
Esta matriz del desequilibrio nacional debe ser aniquilada mediante la vertebración de un sistema regional que reestructure la nación y que vincule diferentes áreas de manera tal de hacer estallar sus potencialidades. Para la construcción de una nueva Argentina será indispensable no intentar construir instituciones nuevas sobre estructuras viejas, y por tanto no podrá mantenerse la arquitectura de un federalismo mentiroso.
En definitiva, la arquitectura nacional deberá ser la que le corresponde en un verdadero país federal, sustentada en la convicción de las clases dirigentes de los ámbitos provinciales de abandonar las discusiones comarcales y dimensionar la trascendencia de su participación en una visión nacional que restablezca los equilibrios y mire la realidad en perspectiva.
Fuente: Fundación Centro.