
Entre el etnocidio y la liberación
Algunas ideas dominan las interminables discusiones y posiciones respecto de aborigen. La historia, debe permanecer en constante revisión, tratando de alcanzar la claridad y veracidad de los hechos que no ha logrado la historia oficial y escrita sobre nuestros antepasados aborígenes. En ese sentido, el artículo “Leyendas Negras de la Iglesia” del semanario católico Cristo Hoy de septiembre de 1997, expresa lo siguiente citando al historiador Pierre Chaunu: “La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la frontera Oeste, que tuvo lugar en el siglo XIX. La América protestante logró librase de este modo de su crimen lanzándolo de nuevo sobre la América católica”.
Datos históricos como este, mas allá de su contenido concreto, expresan la necesidad de separar la paja del trigo, de poner negro sobre blanco, y de no descuidar las zonas grises que se plantean entorno al aborigen. El conocimiento y la revisión constante de la historia, libera de prejuicios que lejos del progreso, ponen trabas al cualquier tipo de desarrollo y construcción social.
La bondad de la diversidad
Por otra parte, en nuestro país y región del Cono Sur, la perspectiva de análisis del tema del aborigen es muy distinta a la de los países andinos o el centroamericano México. Las porciones poblacionales mayoritarias en algunos casos en esas regiones, propone una visión distinta desde donde mirar y atender el problema del indio. Las fuertes corrientes inmigratorias a fines del siglo pasado y principios del actual en nuestro país, configuraron un tipo cultural, un hombre muy distante de aquel primer habitante de estas tierras. Nuestra idiosincrasia no incluye de manera firme el problema del aborigen, su realidad, su mundo, sus problemas. Solo una vez por año, en esta fecha, hace su aparición en la memoria colectiva como un ser que es justamente parte de la historia. Y allí se presenta otra de las visiones acotadas respecto del aborigen. Una suerte de exterminio psicológico, por el cual creemos que existieron y que ya no existen. Numerosas comunidades -aunque minoritarias en general- puebla y enriquecen distintas regiones de nuestro país, diversos como ninguno.
Algunos rasgos culturales como la tradición oral, la memoria histórica, el sentido de comunidad, son valores indígenas que enseñan un camino que en nuestra realidad posmoderna, “los blancos” hemos desviado.
El objeto de una relación o la relación de sujetos
Una vez conscientes de nuestra convivencia -todavía difícil de asimilar- con el aborigen, es interesante reflexionar acerca de las relaciones que establecemos con el aborigen, que pueden retrotraer realidades lamentables del pasado o proponer una integración y reivindicación a través de la educación, el trabajo y la participación social.
El tema es amplio y la idea es acercar ideas. Sin embargo, pueden tenerse en cuenta los siguientes interrogantes: ¿Como pensamos el aborigen sobre el fin de siglo?; ¿Cual es o son las puertas de ingreso del aborigen a nuestra sociedad?; ¿Continuamos con su explotación y exterminio o los incorporamos en la construcción de nuestra sociedad?.
El imperativo económico, con su afán de lucro y endiosamiento del mercado, plantean el punto de análisis más inmediato y surgen nuevas preguntas: ¿Que posibilidades de ingreso al mercado laboral tiene el aborigen?; ¿Quien garantiza que no sean explotados como otros trabajadores en estos días y desde siempre?. Y se establece una relación inevitable: el aborigen y el mercado. Al menos tres alternativas se expresan en la actualidad: el aborigen como objeto de lucro, como objeto de expulsión del sistema económico o de explotación dentro de este.
Nos proponemos revisar apenas la primera alternativa, tan propicia para nuestros días como trasladables a innumerables aspectos: lucrar con el misterio y mística del aborigen, con su danza, sus artesanías, su pintoresca figura. Para él, la posibilidad puede ser válida con dos intenciones: subsistir o lucrar.
Góndolas de mercado
Normalmente son las Ferias que se desarrollan a lo largo de toda América, del territorio nacional y de nuestra provincia. En muchos casos, se terminan convirtiendo en verdaderos mercados con jugosos dividendos. Como en una góndola del supermercado, se exponen los aborígenes en compartimentos de plástico con sus creaciones. Se mezclan a su vez, personas que no tienen un solo rasgo indígena para usufructuar el contexto de una “Feria Artesanal” que tiene el noble fin de “rescatar la cultura”. Este rótulo esconde todo el marketing de las empresas multinacionales de servicios o los productos industriales de comercio chino (a modo de ejemplo y sin tener nada contra ellos).
Los aborígenes pasan del rincón de la marginación social que los cobija, a un stand de plástico donde se ubican como una pieza de museo y pagando costos que van de los 200 a los 2.000 dólares. En otros países como México, Ecuador o Perú, estos espacios de intercambio real son sustentados por el Estado. En la Feria Latinoamericana de Artesanos, de carácter internacional, una de las más importantes de América Latina, los artesanos aborígenes no deben pagar un centavo, porque hasta la estadía tienen cubierta.
Entonces, esto muestra una clara y verdadera intención de los estados de revalorizar al aborigen, proponiendo una forma digna de integración sin entregar al sector privado ni entregarse a las crudas reglas del mercado.