
“La cultura aborigen no puede sintetizarse en los actuales paradigmas”
-¿Cómo podemos pensar a los aborígenes en el contexto de este comienzo de siglo?
-Una cosa es pensar eso en los países del Cono Sur, en Perú o en México. El tema del aborigen tiene que ser pensado en un contexto bien determinado. Pienso en el Ecuador donde el 60 por ciento de la población es aborigen y el otro 40 por ciento es. Así, el problema del aborigen se plantea de un modo que es muy distinto en Uruguay, Argentina o Chile donde tenemos un residuo de aborígenes. Decimos residuo porque han sido exterminados, por ejemplo en nuestro país con la Campaña del Desierto. En el caso del mestizaje, en Argentina es muy reducido teniendo en cuenta la fuerte corriente inmigratoria que tuvimos. Uno de los problemas que se plantean es cómo integrar esos residuos que quedan a una sociedad que está en proceso de integración. No así hay que plantearlo en los países andinos, donde la matriz cultural es fuertemente indígena, a pesar que el Estado se compuso en base a las reglas impuestas por el hombre blanco. Entonces, nos encontramos por ejemplo en ese mundo, con una realidad totalmente contradictoria: por un lado tenemos un Estado, un derecho, y por otro lado las costumbres reales en base a la matriz cultural indígena. Lo que hay que resolver allí es una cosa distinta a la que hay que solucionar en nuestro caso. Porque de hecho, esos estados son pluriétnicos y el nuestro no.
-¿Cómo podríamos estructurar entonces ese Estado? ¿Podemos pensar en una integración del aborigen de las bases o a través de una política de gobierno que parece imposible?
-En primer lugar, sin una participación de los grupos humanos que deben ser integrados, es imposible pensar en la posibilidad que estos sobrevivan, porque desaparecerán. Esto es pensable en los países del Cono Sur. Esta alternativa parece posible, lo cual sería inhumano y mas que lamentable. Sería terminar con el genocidio. En este sentido, sectores intermedios como la Iglesia tienen un deber muy importante sirviendo de voz y de promoción humana para estos grupos. No creo que el caso nuestro sea un problema de decisión política. Me parece que si corresponde pensar eso desde México hasta Perú, donde todavía no está dicho que la organización política que se ha dado sea la que sobreviva, porque ese 60 por ciento de la población aborigen, esa organización real -no legal- de alguna manera va a tener que expresarse en la normativa vigente y en la organización política.
-Para esos países la cuestión del aborigen es un problema a resolver…
-Exactamente. El problema del aborigen en Ecuador por ejemplo, se presenta de una manera mucho mas urgente, está presente en toda la conciencia colectiva y se vive todos los días, cosa que no nos pasa a los del Cono Sur. Y no lo vivimos todos los días porque en gran medida el problema no está o está sectorizado. No quiero dar la idea de que tengo una visión negativa del aborigen. Muy por el contrario, tengo una admiración profunda por esas culturas que son una de las voces que debemos escuchar en América Latina. Tienen una gran sabiduría que nosotros no tenemos.
-Allí se demuestra el valor de la diversidad…
-Exacto…
-Uno piensa en cual sería la puerta de entrada del aborigen a este sistema, teniendo en cuenta que hay una importante porción de la población marginada y la marginación del aborigen tiene otra connotación que pasa -por ejemplo- por una mirada discriminatoria.
-Me parece que es explicable esa cerrazón de esas comunidades que han actuado como un mecanismo autodefensivo frente a un sistema que los expulsa y tiende por su propia lógica a la aniquilación. Ese tipo de cultura, no puede sintetizarse con estos paradigmas en los cuales nosotros vivimos. Hay un dilema que es de vida o muerte para ellos. Es muy triste esto que digo. ¿Que les queda?: cerrarse, quedarse sin palabra, vivir con lo que se le puede dar… o intentar soluciones que no tienen larga vida, como pensar en un lugar destinado a ellos. Eso es una especie de museo antropológico que también es inhumano.
-¿De que manera puede darse una reivindicación del aborigen?.
-En primer lugar, en estas dos últimas décadas en América Latina se ha ensanchado la conciencia sobre los derechos del indígena. En segundo lugar, en los propios aborígenes hay una conciencia cada vez mas agresiva -en el buen sentido- sobre sus propios derechos. Tienen un poder e intervienen en algunos casos en estamentos o espacios políticos. Creo que la reivindicación va sola, no por voluntarismo de algunos sino por los mismos hechos. Claro que si decimos esto en la Argentina no tiene mucho sentido. Nosotros lo podemos entender análogamente respecto de la región andina. Nosotros somos basicamente una copia de país europeo.
-¿Guardamos algo de la cultura aborigen en la actualidad?.
-Creo que si. Hubo un proceso de mestizaje entre el aborigen, el español y el negro y en ese mestizaje hemos conservado hasta el siglo XIX muchos elementos del mundo indígena. Luego con las corrientes inmigratorias de fines del siglo pasado y de principio de este siglo, se ha producido una especie de ocultamiento u olvido. Es interesante como el inmigrante en la segunda o tercera generación entra en un proceso de mestizaje con el hombre, con el espacio geográfico, con nuestra cultura. El descendiente de alemán ya no es mas alemán.
-¿Hay algún rasgo que podamos advertir?.
-Si. Tenemos un pensamiento donde la imagen es tan o mas importante que el concepto. El pensamiento imaginativo del indígena ocupa el mayor porcentaje de su razonamiento. Y nosotros somos también imaginativos. La poesía es importante para nosotros. Sarmiento lo decía: “es un mundo de poetas, ineptos para la ciencia y la industria…”
-Claro que no tenemos conciencia de ello…
-Desgraciadamente no tenemos conciencia por una política racionalmente planificada. Una política de ocultamiento de nuestra conciencia histórica. Y a eso se lo debemos a toda un sector muy grande del siglo XIX que vio como modelo a realizar la civilización europea de aquel momento. Sarmiento y Mitre son referentes.
-Es claro como la identidad está mas sólida en el aborigen.
-No me cabe la menor duda. Es difícil acceder a lo que ellos son. Porque muestran una apariencia que a uno le llama la atención, pero hay un trasfondo y dicen solo lo que deben decir en el diálogo. Es una identidad religiosa, moral, comunitaria, de tradición. Tienen una memoria histórica impresionante que nosotros no tenemos. Eso hace que puedan subsistir. Detrás de esa apariencia hay mucho contenido, tradición y sabiduría no expresados. Hay que tener cuidado con tomar al indio como un objeto.
-Puede pensarse una forma digna de integración, a través de la educación, y otra indigna muy acorde a las reglas del mercado: el indio como objeto de lucro en algunos casos con su complicidad.
-La distinción es correcta. Esta segunda forma mercantil de la utilización del mundo indígena y de lo que ellos mismos crean, en Argentina tiene una cantidad enorme de manifestaciones a través de todo tipo de ferias que no tienen nada de indígena. Es nada mas que lo externo y es comerciable. Eso le hace flaco favor al mundo indígena y a veces se hace con la complicidad de algunos ellos por ignorancia o por ingenio. La otra vía -la educación- hay que contextualizarla: para el Cono Sur sí, pero en el caso de otras regiones donde la cultura indígena es muy fuerte y mucho mas rica que la nuestra, la educación debe ser desde el mundo indígena. En el Cono Sur estamos hablando de una educación a. En cambio, en otras zonas es desde su cultura. Y hay intentos de eso. En Ecuador existe la primer Escuela de Cultura Andina, donde solo van aborígenes. Llama la atención como estudian carreras de Analista de Sistemas o Ingeniería, pero desde su horizonte comprensivo. Desde acá eso es impensable.
-En definitiva, tenemos una deuda moral con el aborigen…
-Indudablemente. Lo que se ha hecho en Argentina con los aborígenes es un exterminio planificado. En otras zonas se ha intentado resguardar sus derechos y que nosotros los marginamos totalmente. Esto debe ser saldado a muy corto plazo porque están en riesgo de extinción. Son seres humanos a los que estamos ligados profundamente sin saberlo.