¿Qué nos dejó la Convertibilidad?
El oro regía la economía mundial a comienzos del Siglo XX Crédito: freefoto.com

¿Qué nos dejó la Convertibilidad?

Por convertibilidad se entiende la posibilidad de cambiar la moneda circulante por el metal (u otra moneda, como el dólar en nuestro caso) que respalda su emisión.

Haciendo un breve repaso histórico del sistema monetario internacional, la convertibilidad tuvo plena vigencia hasta la Primera Guerra Mundial, época en la que Inglaterra era la potencia hegemónica. Eran los tiempos del patrón oro, que exigía como uno de sus requisitos principales la libre conversión de las monedas en su equivalente en ese metal.

En 1922, a través del sistema de patrón cambio oro, se vuelve a implementar la convertibilidad. La moneda de cada país ya no estaba directamente vinculada al oro, sino a una moneda central, definida y convertible en dicho metal. Hubo dos monedas convertibles en oro, la libra esterlina y el dólar. Este sistema se desmorona a partir de la crisis del ’29: Inglaterra abandona la convertibilidad en 1931 y Estados Unidos en 1933.

Posteriormente, con los acuerdos de Bretton Woods, se sientan las bases del sistema monetario internacional, basado en el patrón cambio – dólar, por el que se disponía la convertibilidad del dólar con el oro. El sistema se basaba en tipos de cambio fijos, con posibilidad de modificarlo en caso de necesidad. Todas las monedas de los países que se unían a este acuerdo eran convertibles entre sí y el dólar pasó a ser la moneda de referencia. Este sistema se derrumba cuando EEUU, ante la imposibilidad de sostenerlo, decide su suspensión en 1971.

Fundamentos del Plan de Convertibilidad

Si se traen a la memoria las condiciones que afrontaba la economía del país a fines de la década del ’80 y principios de la del ’90, la situación era poco menos que caótica. El marco era de un elevado endeudamiento, el deterioro de las cuentas fiscales, el retroceso de las reservas, la huida de capitales y un recrudecimiento hiperinflacionario.

El plan ideado por el entonces ministro, Dr. Domingo Cavallo, consistió en atar la paridad cambiaria, previa devaluación del signo monetario, a una relación fija con el dólar estadounidense. El objetivo central era contener la inflación. Además, se preveía una reforma estructural de la economía, avanzando sobre las privatizaciones, la reforma administrativa, la desregulación de los mercados, la flexibilización laboral, y la apertura comercial y financiera.

Con este sistema se buscaba evitar la emisión para financiar el déficit fiscal. Debido a que la base monetaria (billetes en circulación más los depósitos de los bancos en el BCRA) debía estar respaldada en todo momento por las reservas, las variaciones en la cantidad de dinero no podían ser controlada por la política económica, sino que dependían del ingreso y egreso de divisas.

Resultados

En materia de precios puede decirse que el Plan de Convertibilidad fue un éxito, ya que el problema de la inflación, que tanto tiempo aquejó a la economía argentina (prácticamente cincuenta años), pasó a ser una anécdota del pasado. Desde 1993 en adelante, las tasas de variación de precios fueron de un solo dígito, siendo que en 1991 se superó el 1.000 % anual.

Uno de los principales perjuicios que produjo la convertibilidad estuvo en el sector externo. Las causas de este problema fueron el atraso cambiario que progresivamente fue sufriendo la moneda, al que debe sumarse el proceso de apertura comercial no gradual, que tuvo su fundamento en tratar de disciplinar a las empresas nacionales, exponiéndolas a la competencia extranjera.

Puede afirmarse que en abril de 1991, cuando entra en vigencia el plan, se arrancó con una paridad adecuada, pero ya a finales de ese año el valor del dólar debería haber sido aproximadamente de 1,50 pesos, para reflejar adecuadamente en el tipo de cambio la evolución de los precios internos en relación con los internacionales. Si bien la convertibilidad logró frenar la inflación, no lo hizo en forma inmediata, y por eso la moneda se fue sobrevaluando.

Para mostrar en términos concretos los problemas de las cuentas externas, sólo en su primer año de aplicación se duplicó el monto de las importaciones, mientras que en 1998 eran siete veces y media las de 1990. El resultado de la balanza comercial fue deficitario la mayoría de los años en que se aplicó y, si se observa con atención, los años en que hubo superávit, excepto en 1996, fueron aquellos en los que se produjo una contracción de la actividad económica (con la consecuente disminución de las importaciones).

A esto debe agregarse el aumento de los intereses de la creciente deuda externa y de las transferencias de utilidades de las empresas de capital extranjero para terminar de conjugar el difícil panorama que tuvo que afrontarse.

El deterioro de la competitividad causado por la sobrevaluación de la moneda condujo a la desaparición de un gran número de industrias. Otras se reconvirtieron, dejando de producir y se transformándose en importadoras. La participación de la industria manufacturera en el PBI cayó al 15 %, cifra más que elocuente considerando que a principios de la década del ’70 este indicador rondaba el 35 %.

Quienes defienden a la convertibilidad pueden sostener que durante los años de su aplicación, o al menos hasta 1998, hubo crecimiento de la economía. Durante los primeros años, en medio de una coyuntura favorable, se registraron altas tasas de crecimiento del PBI. Pero a partir de la crisis mexicana de 1995, y con posterioridad a la brasileña en 1999, comenzaron a salir a la superficie las fallas del modelo que condujeron a la recesión más profunda de la historia del país.

Además, este proceso de crecimiento no se dio de manera genuina, debido a que estuvo sostenido por el endeudamiento. La deuda externa pasó de 61.337 millones de dólares en 1991 a 146.339 a fines del 2001, un aumento del 138 %.

Asimismo, no debemos olvidar que también hubo crecimiento en otros aspectos: la desigualdad, la desocupación y la marginalidad.

En octubre de 1990, el índice de desocupación era del 6,3 %; en octubre de 2001 del 18,3 %, prácticamente el triple. Esto significa que dos millones y medio de personas no tenían trabajo, a las que debe sumarse las cifras de subocupación y la precarización de las relaciones laborales para tener una imagen acabada de los problemas de empleo experimentados por el país durante el último decenio.

Consideraciones finales

El balance económico de los años de vigencia de la convertibilidad no arroja resultados positivos. Las cifras expuestas anteriormente dan muestras claras del fracaso. Aunque en realidad, seríamos injustos si le echamos la culpa de todos nuestros males. La misma fue parte de un esquema más amplio, cuya aplicación llevó a la desdichada situación actual.

Es que esta política siempre terminó generando problemas en donde fue aplicada. Eduardo Conesa, un prestigioso profesor de la Universidad de Buenos Aires, sostiene que los efectos negativos de la convertibilidad implantada en la economía alemana a mediados de la década del ’20 dieron impulso a la llegada del nazismo al poder en 1931.

Actualmente ningún país desarrollado aplica este sistema. Sólo tiene vigencia en países como Antigua y Barbuda, Dominica, Brunei, entre otros. Ciertamente, no son estos países los que se caracterizan por estar a la vanguardia en el concierto económico mundial.

Durante muchos años vivimos la ficción de los viajes al exterior y el auge del consumismo, fundado en un modelo insostenible a largo plazo. Lamentablemente, ahora debemos pagar la cuenta de esos excesos.

Por Lic. Gabriel Binetti-Especial para El Cronista Regional.

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