
América Latina: el movimiento indígena a la hora neoliberal
Hoy es incontestable la presencia significativa de los pueblos indígenas en el escenario sociopolítico de Latinoamérica. A través de sus líderes y organizaciones los pueblos indígenas están planteando básicamente las siguientes reivindicaciones:
– recuperación o defensa de la tierra, del territorio y de los recursos naturales; autodeterminación y autonomía; legislación indígena favorable a sus intereses y necesidades; educación bilingüe-bicultural; respeto a su identidad de pueblos diferenciados dentro de los Estados multiétnicos y pluriculturales; consecución de los servicios que el resto de la sociedad disfruta: comunicación, energía eléctrica, agua potable…; implementación de alternativas de vida, reelaborando formas tradicionales de producción, organización, que garanticen la libertad y la autogestión.
Esta emergencia ha sido posible gracias a la tenacidad de los mismos pueblos y comunidades indígenas, y a su capacidad de establecer alianzas en diferentes niveles: entre sí, con otros sectores sociales y populares, con sectores comprometidos con las iglesias, de las ONGs, y, más recientemente, de los movimientos ambientalistas.
Dichas alianzas se han caracterizado sin embargo por el reclamo constante de los indígenas a que se respete su identidad y que se parta del diálogo entre iguales.
Es evidente que el proceso seguido por los pueblos, comunidades y organizaciones indígenas no ha estado libre de dificultades y problemas, sean de orden interno o externo.
La falta de recursos económicos, necesarios para el proceso organizativo y programático, es uno de los problemas a ser enfrentado. Los indígenas han tenido que buscar apoyos financieros en el exterior. En algunos casos se ha llegado al grado de no hacer más nada si no se cuenta con un “proyecto”.
Es verdad que algunos apoyos han beneficiado efectivamente a las comunidades, sin embargo no se puede desconocer que, en ciertos casos, han sido causa de muchos problemas. Se ha caído, por ejemplo, en la elitización de la administración de tales recursos, al quedar en manos de pocas personas, de algunos dirigentes o miembros de organizaciones, que en ocasiones actúan al margen del control de las comunidades. Se da incluso el caso de proyectos que no responden a las necesidades concretas de los pueblos, sino a los intereses de los propios líderes o de algunos organismos indigenistas. No faltan pues casos en que se han generado disputas internas por los recursos.
Y como si fuera poco, organismos foráneos han sacado provecho de la actual situación indígena. Algunas ONGs, incluso personas individuales, en nombre de los indios, consiguen financiamientos que no siempre van a parar a las comunidades, o llegan mínimamente sólo para justificar el ciclo de la búsqueda de recursos. Los recursos son más bien manejados para garantizar fuentes de empleo y la recuperación de las instituciones.
Y para complicar, otros proyectos parecen tener fines claramente desmovilizadores de la lucha indígena, porque llegan ligados a intereses foráneos, a través de entidades indigenistas y de corporaciones o movimientos religiosos fundamentalistas.
De modo particular preocupa el proceso de burocratización de algunos indígenas y la tendencia a convertir el liderazgo indígena en una profesión, que los distancia o divorcia de las comunidades. El propio discurso a veces llega a estancarse o acelerarse artificialmente, aparentemente en función de foros externos, que muchas veces las agencias de ayuda propician para conseguir nuevos fondos. De ahí las eventuales discordancias entre el discurso y el proceso de los pueblos y comunidades.
Los gobiernos, ciertos poderes económicos, algunos partidos políticos y entidades indigenistas, también son responsables de este proceso, al practicar la política de la llamada “democracia de baja intensidad”, que consiste en asumir o promover selectivamente a algunos indígenas, líderes o no, para dar apariencia de estar a favor de la causa indígena.
El futuro de la lucha aborigen
La coyuntura de los 500 Años ha sido ocasión para que se exprese mejor la lucha indígena y que ella entrara en los escenarios sociopolíticos nacionales e internacionales. El Año Internacional de los Pueblos Indígenas y la propuesta de Declaración Universal de los Derechos de los Indios, planteados por la ONU, están creando condiciones para una continuidad estructural de la lucha indígena más allá de esta coyuntura.
La mismas comunidades están asumiendo el protagonismo de su proceso, con mayor control de sus líderes y organizaciones. Sin embargo, sigue siendo necesario fortalecer las alianzas interétnicas y con otros sectores sociales que comparten la lucha global de los pobres del continente.
Líderes, organizaciones y comunidades tendrán que estar atentos para descubrir quiénes son sus auténticos aliados para no dejarse manipular o instrumentalizar por intereses foráneos.
Los sectores solidarios, de las Iglesias, de las ONGs y de la sociedad civil en general, tendrán que cualificar y adecuar su apoyo en base a las exigencias que plantea el acompañamiento a los pueblos indígenas, respetando siempre el protagonismo y la autodeterminación de estos pueblos.